Una piscina no consiste solo en el vaso y los bordes de la instalación. Hay numerosos accesorios cuya presencia es imprescindible, como sería el caso de las escaleras de acceso, o muy interesante, como las duchas. Otros de estos complementos son los pasamanos, los filtros, las cascadas…
Como vemos gran variedad y con muy diferentes funciones. Pero, muchos de ellos tienen en común un punto, que están fabricados en acero inoxidable. Las razones son muchas. Se trata de un material duradero, resistente y de fácil mantenimiento. Para piezas que están en contacto directo con agentes agresores, sin duda, son características muy apreciables.
Sin embargo, hay unas normas mínimas de mantenimiento que debemos aplicar a los elementos de acero inoxidable de nuestra piscina. Es la corrosión el peor de los problemas al que se enfrentan, un efecto que se produce por los restos agua y suciedad que se secan sobre su superficie.
La primera medida eficaz es estar pendientes, una inspección visual continua que detecte inmediatamente cualquiera de estos residuos y que permita actuar rápidamente. Una limpieza regular de estas superficies es la mejor medida. Los expertos recomiendan realizarla de forma semanal, aunque dependiendo de las circunstancias de nuestra piscina, podemos distanciarla en el tiempo.
Es importante que los tratamientos con productos químicos para el mantenimiento del agua se realicen lo más lejos posible de las piezas de acero inoxidable. El contacto directo puede dañar sus superficies. Siempre que sea posible, se debe usar agua de la red para limpiar los artículos de acero, mejor que la de la propia piscina.